Se estila, últimamente, la estrategia de mostrar todas las posiciones filosóficas, políticas, religiosas y demás como opciones igualmente validas dentro de la diversidad. Ciertamente tenemos derecho a escoger en qué creemos y qué pensamos de nuestro universo y debemos ser respetados sin importar cuán absurdas parezcan nuestras posiciones.

La orientación de este blog prohíbe hacer mofa de los creyentes. Es justo y necesario. Pero es difícil tomar en serio los enfoques amañados de las religiones que apelan al respeto y aún así van contra las libertades individuales, tratando de mantenerse todavía en una esfera privilegiada, parasitando en las partidas presupuestales de los estados, sembrando su germen en las mentes infantiles y perpetuándose como dudosos paladines de la moral y la justicia.

La historia está hablando, está en vísperas de dictar su sentencia y no hay nada que los líderes religiosos puedan hacer para cambiarlo. Las religiones han cumplido a cabalidad su labor de dar las explicaciones sobre el origen de todo en las culturas sin herramientas idóneas para investigar. Ese ha sido su saludable aporte para el desarrollo humano y listo. Lo que vino después de eso no es digno de continuar: el estancamiento científico, la represión, la exclusión y los homicidios en su nombre son el legado que las religiones nunca debieron dejarnos antes de desaparecer. Ciertamente, no son indispensables las religiones para que las injusticias hayan ocurrido, pero cuánto sufrimiento nos habríamos ahorrado…

Tomemos en cuenta el peso de las pruebas contra las religiones:


  • Las religiones no son guías morales, encontramos en los escritos “sagrados” párrafos llenos de odio y venganza que a todas luces no son inspirados por algún ser bondadoso. Convenientemente, la teología (supongamos que esto es una ciencia) nos dice que esos fragmentos perversos son consecuencia de las concepciones que se tenían de la justicia en determinados momentos históricos. Cuando dicen esto reconocen tácitamente que dios (con minúscula) no es el autor de dichos textos; peor aún, insinúan que lo que nos parece ético si fue inspirado por dios y lo inadecuado es fruto de la opinión personal de los autores, empapada de cultura. Es decir, lo incomodo es obra del hombre y lo justo es obra del “señor”. No profundizaremos en esto pues ya hay quienes se encargan de estudiar los desvaríos literarios de Jehová y de Alá.



  • Muchas religiones creen firmemente en los relatos míticos sobre la “creación” otras afirman que es una forma folclórica de narrar lo que dios hizo lentamente sin contradecir las teorías y descubrimientos científicos. Esta última estratagema es la más patética, utilizar perversamente la ciencia para hacer creer que reafirma el imaginario popular. Ni siquiera en esto se ponen de acuerdo las religiones. ¿A cuál religión creerle? ¿a las radicales? ¿a las agazapadas? A ninguna. Todas divagan y afirman tener la verdad sin estudiar nada. Prefiero lanzar una hipótesis basándome en evidencias que creer firmemente en historias fantásticas.



  • Dios no se ve por ningún lado, apostar por la existencia de un mundo imperceptible e intangible con seres que dominan o influyen el “plano” físico es algo que la humanidad debió superar hace tiempo. El único espíritu que he sentido de alguien ha sido el que sale de las axilas. Somos materia pura. Por muy duro que nos parezca, sólo eso somos. En mis años mozos asistí a sesiones espiritistas, aprendí el tarot, jugué con la tabla ouija, he practicado las hechicerías de numerosos libros (entre ellos La Clavícula de Salomón y publicaciones de Editorial Ariel Esotérica) todo con tal de encontrar esa pequeña pista que me demuestre la posibilidad de ese algo inmaterial pero real y no he percibido más que fantasías, predicciones obvias. Fueron años perdidos de mi juventud. Tal vez hay algo en la constitución cerebral de algunos que nos hace más fuertes a este tipo de supersticiones.



  • ¿Que no he intentado buscar a Dios? Claro que lo intenté. ¿Cómo no hacerlo si toda mi familia es católica y en la ciudad donde crecí no conocí a un solo ateo? Me bautizaron, me confirmé (no sé por qué se llama confirmación, si a esa edad todo es confuso por obra y gracia del espíritu santo, con algo de análisis sólo puede confirmarse la locura colectiva) ¿Cómo no hacerlo si por conquistar a una hermosa chica evangélica ingresé a varios cultos con el propósito de sentir el toque del señor y, de paso, ligar a esta preciosidad? Sólo vi unos individuos contorsionándose al mejor estilo epiléptico. No hubo toque, ni experiencia diferente a la incertidumbre de mi salud mental. Ni siquiera el amor era suficiente motivo para presenciar tal espectáculo.

Es aquí cuando la posición del ateo, su respeto por las evidencias, se intenta menospreciar apelando al relativismo cognitivo (es curioso que quienes recurren a este ardid son los mismos que atacan al relativismo moral). Los autodenominados “guías morales de las civilizaciones” no sólo son seres humanos comunes y corrientes, incapaces de transmitir algún mensaje proveniente de dios, son tan comunes y corrientes que cometen crímenes y hacen obras de caridad como otras personas; la única diferencia es que estos individuos tienen una especie de salvoconducto cultural y a veces legal, que les permite seguir engañando a la gente a cambio de sus “buenas obras” y de ahorrarle al estado parte de su obligación social.

Son sólo unas pruebas, las que aporta mi experiencia, ustedes tendrán las suyas. Si quieren, pueden presentarlas aquí, a manera de comentarios. Son pruebas que condenan a las religiones a su extinción.

No faltan los creyentes que se atreven a refutarlas con “argumentos” sacados de la biblia. Tampoco faltan los ateos que ven difícil el cumplimiento de esta condena. Yo confío en el ser humano y en su capacidad de sobreponerse a sus propios errores.

Wílmer López

0 Comments:

Deja tu comentario



Sígueme