En los primeros capítulos del Génesis, el Señor hace una desmesurada promesa a Abraham, patriarca del pueblo judío:

 "En aquel día hizo Jehová un pacto con Abraham, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates." 
-Génesis 15:18
No era poca cosa: la tierra que Dios prometió a Abraham abarcaba la mayor parte o la totalidad de las naciones modernas de Israel, Egipto, Siria, Líbano, Jordania e Irak. Si el pueblo judío hubiese controlado alguna vez todo este territorio, habrían tenido un imperio que rivalizaba con las más poderosas potencias del Antiguo Medio Oriente. Pero ahora surge una pregunta incómoda: ¿Los judíos alguna vez controlaron tanto territorio? ¿En algún momento consiguieron lo que Dios les prometió que tendrían?

La evidencia arqueológica muestra claramente que la respuesta es no. Aunque la monarquía de David - descrita por la Biblia como la era más gloriosa del antiguo Israel - al parecer existía, la verdad es que era un reino relativamente pequeño e insignificante incluso para los estándares de la época. Nunca controló toda la tierra desde el Nilo hasta el Éufrates. Tenemos abundante evidencia de los grandes imperios que existían en esta región, ya sea egipcia, asiria, babilónica, persa o romana: las ciudades que construyeron, los monumentos que erigieron, las inscripciones que dejaron atrás. Un imperio israelita sería igualmente fácil de encontrar en el registro arqueológico si hubiera existido alguna vez, y la falta de evidencia histórica sólo nos puede decir que nunca lo hizo.

Y después de los reinados de David y Salomón, incluso la Biblia dice que las cosas empeoraron rápidamente. El hijo de Salomón fue un gobernante incompetente que causó la división del reino, las tribus israelitas divididas fueron conquistadas por las grandes potencias y dispersas por la faz de la tierra. El moderno estado de Israel no se estableció hasta el siglo 20, y todavía no llega controlar, ni cerca, toda la tierra que Dios prometió a Abraham.

Por lo tanto, durante casi cuatro mil años, la promesa de Dios de la tierra no se ha cumplido. Teniendo en cuenta que la tierra que prometió está ahora ocupado por millones de personas más con una actitud decididamente hostil hacia los judíos, parece poco probable que Israel será capaz de controlarlo en el futuro cercano. (La solución bíblica - la invasión militar y el genocidio - no parece ser una perspectiva actualmente viable, debido a varios milenios de progreso en los sentimientos morales de la humanidad.) Si creemos en las predicciones de los cristianos, según la cual el rapto ocurrirá muy pronto y el fin del mundo poco después, el tiempo en que esta profecía pueda cumplirse se agotaría rápidamente. E incluso si Israel llegó a poseer toda esta tierra a través de alguna cadena de circunstancias extrañas, ¿esto contaría como el "cumplimiento" de una promesa si lo que se prometió se interrumpió durante cientos de generaciones y miles de años? ¿No sería, de hecho, más exacto decir que no se trata de una promesa bíblica?

La explicación más común del apologista cristiano sobre este fracaso profético es que el pacto de Dios con Abraham era condicional, y cuando los hijos de Israel desobedecieron sus leyes, les quitó la tierra que les había prometido, como castigo. Infortunadamente para ellos, la Biblia misma excluye esta explicación. Establece claramente que, a pesar de que los israelitas eran malos, Dios todavía mantenía la intención de darles la tierra, a fin de mantener la promesa que hizo a Abraham:

"No por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad de estas naciones Jehová tu Dios las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob."
Deuteronomio 9:5-

La única conclusión racional es que Dios no ha "cumplido su palabra", porque no hay Dios que muestre su preferencia, a los israelitas. Esta reivindicación de tierras, al parecer una promesa dada por Dios, era en realidad un poco de piadosa autocomplacencia de los antiguos escribas israelitas que intentaron escribir una profecía auto-cumplida. Pensaron que si podían convencer a sus compatriotas de que la victoria estaba garantizada, les daría la determinación de convertir esa creencia en la realidad. Pero su estrategia no tuvo éxito, y miles de años después, la fracasada promesa bíblica de la tierra se presenta como prueba de los orígenes humanos y falibles de ese libro.
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