Todos nos hemos acostumbrado a escuchar sobre las maravillas del “creador”. Él es omnipotente, omnisciente y, la cereza del pastel: es el ser más bondadoso.
Se ha escrito mucho acerca de las irresolubles contradicciones entre los supuestos deseos de dios y nuestra realidad cotidiana. Hemos adorado dioses desde tiempos a los que la memoria no alcanza. A pesar de esa entrega, ningún dios ha podido dar a la humanidad los beneficios prometidos a costa de sacrificios de todo tipo (asesinatos, inmolaciones, flagelaciones y un largo etcétera).

Tratemos de remontarnos un poco hasta los orígenes de las primeras deidades. No es difícil suponer que fueron el sol y la luna. El sol brinda la luz y permite ver a los predadores, estimula las cosechas, favorece la comunicación con los demás. La luna nos da algo de luz en medio de las tinieblas, cuando ella no está (no se ve) somos presa fácil, sobre todo si no tenemos ojos especializados para ver de noche, ni un buen olfato, ni hablar del oído. La oscuridad, fue vista como algo peligroso y maligno. Muchos dioses siniestros de la antigüedad equivalen a personificaciones de animales con hábitos cazadores nocturnos.

Hasta este punto todo está claro y se entiende que la ignorancia nos haya llevado a inventar estos seres fantásticos. ¿Cómo más podíamos explicar lo que no comprendíamos? No teníamos las herramientas para construir ese conocimiento.

Pero el tiempo pasó y a medida que el ser humano descubría los secretos de la naturaleza, estos dioses primigenios fueron poco a poco transformándose por obra y gracia de la multietnicidad, dando lugar a nuevas deidades que luchaban entre ellas disputándose el dominio del universo. Obviamente, hablamos de los descendientes de esos primeros dioses relacionados con la luz y la oscuridad (el bien y el mal).

Los pueblos tenían uno o varios dioses que los protegían de las naciones enemigas. Aquí nace la política y es cuando los dioses se acomodan a las necesidades de quienes quieren surgir como salvadores del pueblo, estos seres extraños conocidos ahora como profetas son incontables y se muestran como intermediarios entre los dioses y la humanidad para darles el mensaje de lo que ha de suceder y cómo los pueblos deben prepararse para ello. Los dioses de los pueblos enemigos eran malos, y si el otro pueblo era vencido, estos dioses eran rebajados a la categoría de mitos.

Esta creíble explicación sería suficiente para derrumbar la absurda idea de que hay “un solo dios verdadero”. Es más, no hay ninguno. Pero la humanidad sigue creyendo a pesar de todas las evidencias. Estas evidencias son científicas y es la ciencia la que (sólo como herramienta) nos ha llevado de la mano en medio de la oscuridad, para hacer la luz por nosotros mismos, para no ser más temerosos de los misterios de la noche.

¿Qué tiene de malo que los demás sean supersticiosos y crean en dioses? La pregunta es un poco absurda si tomamos en cuenta todo lo que han traído las religiones a la humanidad ¿Para qué recordarlo? No faltará quien diga que lo más peligroso actualmente es el islam, que el cristianismo es inocuo y pacifista, que la religión no es mala mientras no se transforme en fanatismo. No es así. Si hay fanatismo en las religiones es porque estas favorecen su surgimiento. Las religiones con sus preceptos morales discutibles, amenazantes y su tendencia a oponerse a la libertad de las mentes son algo que debe ser desterrado. Si, es islam se está expandiendo peligrosamente, así como están surgiendo sectas cristianas fundamentalistas que intentan permear la política de Estados Unidos y montar un presidente. ¿Será imposible que consigan esto? Tal vez sea una exageración pero, ¿Vale la pena correr ese riesgo?

No es suficiente ser un creyente juicioso para evitar caer en el fanatismo. Y cambiar de religión es más fácil de lo que parece. La conversión, ahora, sólo consiste en cambiar de ideales ya que actualmente se utiliza la mentira de que todos los dioses son, en esencia, el mismo, con lo cual el converso no se siente traidor.

Sólo el ateísmo con su posición crítica y pacífica pero implacable ante la irracionalidad puede ayudarnos, entre muchas cosas, a salir de esta incertidumbre bélica a la que nos ha llevado la fe.

2 Comments:

  1. Wilmer L. said...
    Esta es la prueba de un comentario.
    Wilmer L. said...
    Esta es la prueba de otro comentario.

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